Siempre sale el sol...

     Hay libros que debería ser de obligada lectura, y éste es uno de ellos. Cuando has estudiado historia contemporánea, justo cuando acabas con la Segunda Guerra Mundial y te metes de lleno en la guerra fría, ese es el momento adecuado para iniciar esta lectura.      Años después de haber pasado por mis manos, vuelvo a tomarlo con ganas de releerlo, de ver si aquella primera impresión que me dejó seguía ahí, tal y como la recordaba. Y si. Un regusto ácido en la boca del estómago, ganas de continuar una página más y de abandonarlo a un tiempo. Disgusto, aprensión, incredulidad unidos a sensaciones de rabia, pero mezclado todo ello con grandes dosis de claridad, de crítica social, de grandes verdades, de momentos de una belleza aterradora, momentos de pura poesía.       Todo eso y más ha supuesto el reencuentro con esta novela leída en la adolescencia pero con los ojos de la madurez. Y sigue vigente, como lo fue por el final de la déca...