Esperando...

Esperando... Hace rato que te espero. Abro la ventana y salgo al balcón. La luz de la mañana hiere mis ojos. Hace horas que salió el sol, pero, aquí, en nuestra habitación, parecia que no había pasado el tiempo. Miro sobre mi hombro hacia el interior. Está todo como tu lo dejaste. ¿cuanto hace de ello? ¿una hora? ¿un mes? ¿un año, ya?
Vuelvo a mirar al exterior. Oigo el murmullo del tráfico y algun retazo de conversación perdida de los que esperan a que cambie el color del semáforo. Otoño. Invierno. Primavera. Verano. Todos los dias son iguales si no estas tú. Tu madre ha decidido que tus recuerdos, nuestros recuerdos, ocupan demasiado espacio. Dice que ya es hora de avanzar, de recoger las cosas y de seguir adelante. Lo dice de boquilla. Para que lo oigan sus amigas, tu padre, algún que otro familiar pesado... Hay manchas en mi que dicen lo contrario. ¿cuantas noches te hemos esperado, abrazados, y sus lágrimas se han secado en mi pecho? El resto de nosotros te seguimos aguardando. Y ella también. La escucho entrar en la habitación. Se ha cubierto el cabello con un pañuelo, por el polvo. Hace ya rato que desmontó tu cama, nuestra cama, el escritorio, que vació el armario. Todos los que estaban en la estanteria y en el arcón han pasado a las cajas. La oigo sollozar. Los cochecitos con tu nombre, la mochila del cole, tus primeras batas... Se seca las lágrimas con el reves de la manga y continua. Parece que se ha olvidado de mi. Sigo mirando por la ventana. Cada vez que se oye el frenazo de una moto se me encoge el estómago. Bueno, se me encogería si tuviera. Ella se para en seco. Cuando vuelven a arrancar se tranquiliza y continua. Hay un eco a vacio en la habitación. Todo ya está empaquetado, los muebles desmontados. Tu madre sale al balcón y acaricia mi cabeza, distraida, como te lo hacia ella a ti. Los dos asomados dejamos que pase el tiempo... Los nuevos inquilinos llegaran a la casa en pocos dias. Tu padre dice que es lo mejor, que ahora es demasiado grande para los dos, que no hay necesidad de tantas habitaciones... La verdad es que ninguno soporta recorrer el pasillo sin la compañía de tu risa. Entrar y no ver tus cosas tiradas de cualquier manera en la silla del recibidor. Sentarse a la mesa sin ti.
Me quedo quieto, muy quieto. Mientras ellos acaban de recoger yo sigo aquí esperando...

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