Eras vieja, estabas muy mal...

Si, camiseta, si. Eras vieja. Estabas mal.

No era algo que Corporación Dermoestética pudiera solucionar, ni siquiera una visita a Lourdes o un fin de semana en el Spa. Lo tuyo ya era caduco. Era viejo de dejado, que no de antiguo. Y pocas soluciones había.
convertirte en trapos. Donarte para caridad (que mal suena eso!). Abandonarte en la cuneta.

Nada me parecia bueno, ni siquiera suficiente.

Las tijeras estaban cerca.

Una aguja para hacer trapillo en el cesto de labores... (que si, que las de maderas molan más, pero las plástico solo cuestan 3€...).

Primero te rajé de lado a lado, bueno, de sobaco a sobaco mejor dicho. Una pequeña incisión en una de las costuras laterales y el resto fué cortar y cantar. Prácticamente toda tu te convertiste en unos minutos en una larga serpiente de tela, aunque parecias más una muda de su piel por tu poco cuerpo y estructura. Te retorcí, te lié en un ovillo y la aguja de trapillo y mis manos sedientas de hacer ganchillo hicieron el resto.

Ahora eres una maravillosa flor que ha resurgido de sus cenizas y que evitaras que mi té deje marcas en la madera de mis muebles. Siempre juntas, forever.







P.D.: Si, lo que quedó de ti pasó a mejor vida, o peor según se mire, porque repasaste la barandilla y los alfeizares del balcón que buena falta les hacía. Adiós, camiseta, adiós.


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